En el futuro tendremos un solo teléfono, con un solo número y pagaremos con una sola factura. En los países desarrollados cada vez son más numerosos los clientes de telefonía fija que dan de baja sus líneas para quedarse sólo con el móvil.
A primera vista, la idea suena estupenda: a cada usuario, allí donde se encuentre, un teléfono único para hacer todas las llamadas que ahora hace desde un fijo o desde un móvil. Esto se conoce como convergencia fijo-móvil, un concepto que circula desde finales de los 90. Pero sólo ahora, cuando en la mayor parte del mundo desarrollado el número de teléfonos móviles supera al de clientes de la telefonía tradicional, se dan las condiciones para pasar del concepto a la realidad.
Con una media europea de 80 móviles por cada 100 habitantes, la alternativa es tangible. Son numerosos los clientes de telefonía fija que dan de baja sus líneas para quedarse sólo con el móvil. Sin llegar a tanto, una proporción creciente del tráfico telefónico, medido en minutos, que se origina en hogares y oficinas se ha desplazado a la telefonía móvil, a pesar de la diferencia de precios. Ya no se trata (o no sólo) de la ubicuidad para la que fue concebida: más del 60 por ciento de las llamadas de móviles a fijos se hacen desde lugares cerrados donde no faltan teléfonos convencionales.
Esta migración de minutos -y de ingresos- es una amenaza para los operadores tradicionales y una bendición para los de telefonía móvil. Los primeros, ante la pertinaz caída del consumo medio por usuario, y bajo presión para bajar sus tarifas a las empresas (por no hablar de la competencia que trae la voz sobre Internet), buscan una estrategia para recuperar posiciones. Del otro lado, los operadores móviles padecen otros problemas: tras alcanzar altas tasas de penetración, el número de usuarios sólo puede crecer marginalmente, de lo que se deriva una aguda competencia por la cuota de mercado, y también una merma de sus ingresos. El campo de batalla está delimitado por ese 20 a 30 por ciento de las llamadas que, según Forrester Research, se disputan ambas clases de operadores.
La convergencia fijo-móvil es la transición hacia un futuro en el que desaparecerá la distinción entre redes fijas y móviles. Para el período, se perfilan dos fórmulas. En una, el abonado tendría la opción de usar distintos terminales, con un número personal único, según el modelo "dos teléfonos, un servicio". En otra, "un teléfono, servicio continuo", tendrá un solo terminal, apto para diferentes redes de acceso, manteniendo en todas ellas el número que lo identifica.
Los grandes operadores telefónicos europeos siguen atentamente esta evolución. Todos, a excepción de BT, tienen filiales de móviles: Deutsche Telekom / T-Online, France Télecom / Orange, Telecom Italia / TIM, Telefónica / Movistar, etcétera. El caso británico es singular, desde que BT se desprendió en 2002 de su filial de móviles -la actual O2- para finalmente actuar como revendedor de Vodafone.
Este rasgo peculiar es la razón por la que BT pone más ahinco que nadie en la búsqueda de convergencia fijo-móvil. En junio, ha presentado su nuevo servicio Fusion: se trata de un teléfono móvil (Motorola V560) que, dentro de un recinto cerrado, se comporta como terminal de una red inalámbrica de banda ancha, conectada a su vez a la red fija. Según cada circunstancia, la conexión salta de una red a otra sin interrumpir la conversación. El sistema soporta hasta tres llamadas simultáneas, y si un visitante quiere llamar por teléfono podrá usar su aparato con la base inalámbrica del huésped; la factura se cargará en su propia cuenta. Esto no elimina la necesidad de tener un teléfono fijo, para recibir las llamadas cuando el móvil está ausente.
Un problema técnico es la deficiente recepción de la telefonía móvil en el interior de muchos edificios de oficinas, asunto que se agrava con la tercera generación y que requiere una solución específica. Otra contra es que la conexión interior se hace mediante Bluetooth, variante inalámbrica que en ciertos entornos es poco eficiente e insegura. BT promete añadir una solución Wi-Fi, la misma que se utiliza para acceder a Internet desde computadoras portátiles.
La prueba piloto ha confirmado que el servicio responde a lo previsto, pero se critica su precio. El teléfono y la base son enteramente subvencionados por el operador, pero el usuario necesita una línea telefónica con acceso ADSL, cuyo coste suma 28,50 libras (41 euros) mensuales. Comparando con las tarifas actuales, las llamadas desde el hogar son más baratas si el destinatario es un teléfono fijo, pero más caras si se hacen a móviles; las llamadas de móvil a móvil mantienen su precio. Según los analistas, es improbable que estas tarifas despierten entusiasmo entre los usuarios.
El resto de los operadores europeos aguardan los resultados de la experiencia. En el caso español, Telefónica no tiene prisa; su idea presente de la convergencia se limita a colaborar con la filial de móviles para presentar ofertas comunes a las empresas. El año próximo, si no antes, se harán en España las primeras pruebas con modelos duales de Nokia y centralitas de Avaya, otra dimensión de la famosa convergencia.
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